sábado, 6 de septiembre de 2008

Un Ejercicio Espiritual

Pero los mecanismos y subterfugios que pudimos imaginar para reducir la distancia tienen sus límites. Aunque la transcripción permita advertir el ritmo, el templo de la oralidad, basta con leer algunas entrevistas para ver todo lo que separa los discursos arrancados fragmento por fragmento de los encuestados más alejados de la situación de encuesta con respecto a los de quienes están algo así como adaptados de antemano (a veces, demasiado bien) a lo solicitado, al menos tal como ellos lo conciben. Éstos dominan tan perfectamente la situación que en algunas oportunidades logran imponer al encuestador su definición del juego.

Cuando no hay nada que neutralice o suspenda los efectos sociales de la asimetría ligada a la distancia social, lo único que cabe esperar son palabras marcadas lo menos posible por los efectos de la situación de encuesta, al precio de un incesante trabajo de construcción. Paradójicamente, ese trabajo está destinado a ser tanto más invisible cuanto más éxito tenga y lleve a un intercambio provisto de todas las apariencias de lo “natural” (entendido como lo que sucede habitualmente en los intercambios corrientes de la existencia cotidiana).

El sociólogo puede conseguir que el encuestado que se halla socialmente más alejado de él se sienta legitimado a ser lo que es si sabe manifestarle, por el tono y sobre todo por le contenido de sus preguntas, que, sin fingir anular la distancia social que los separa (a diferencia de la visión populista, que tiene como punto ciego su propio punto de vista), es capaz de ponerse mentalmente en su lugar.

Intentar situarse mentalmente en el lugar que el encuestado ocupa en el espacio social para necesitarlo interrogándolo a partir de ese punto, y ponerse, en cierta forma, de su lado (en el sentido en que Francis Ponge hablaba de “ponerse del lado de las cosas”), no es efectuar la “proyección de sí mismo en el otro” de la que hablan los fenomenólogos. Es darse una comprensión genérica y genética de lo que él es, fundada en el dominio (teórico o práctico) de las condiciones sociales que lo producen: dominio de las condiciones de existencia y de los mecanismos sociales cuyos efectos se ejercen sobre el conjunto de la categoría de la que forma parte (la de los liceístas, los obreros calificados, los magistrados, etcétera) y dominio de los condicionamientos inseparablemente psíquicos y sociales vinculados a su posición y su trayectoria particulares en el espacio social. Contra la antigua distinción de Dilthey, hay que plantear que comprender y explicar son una sola cosa.

Esta comprensión no se reduce a un estado de ánimo benevolente. Se ejerce en la manera a la vez comprensible, tranquilizadora e incitante de presentar la entrevista y dirigirla, de hacer que el interrogatorio y la situación misma tengan un sentido para el entrevistado, y también –y sobre todo- en la problemática propuesta: ésta, como las probables respuestas que suscita, se deduce de una representación verificada de las condiciones en que se sitúa el encuestado y de las que lo producen. Vale decir que el encuestador sólo tiene alguna posibilidad de estar verdaderamente a la altura de su objeto si posee a su respecto un inmenso saber, adquirido, a veces, a lo largo de toda una vida de investigación y también, más directamente, durante las entrevistas anteriores con el encuestado mismo o con informantes. La mayoría de las entrevistas publicadas representan un momento, sin duda privilegiado, en una larga sucesión de intercambios, y no tienen nada en común con los encuentros puntuales, arbitrarios y ocasionales, de las encuestas realizadas a los apurones por encuestadores desprovistos de toda competencia específica.

Aun cuando no se manifieste sino de manera completamente negativa, en especial inspirando las precauciones y deferencias que deciden al encuestado a confiar y entrar en el juego o excluyendo las preguntas forzadas o fuera de lugar, esta información previa es lo que permite improvisar constantemente las preguntas pertinentes, verdaderas hipótesis que se apoyan sobre una representación intuitiva y provisional de la fórmula generadora propia del encuestado, para incitarla a develarse más completamente.

Aunque pueda procurar el equivalente teórico del conocimiento práctico asociado a la proximidad y la familiaridad, el conocimiento previo más profundo seguirá siendo incapaz de llevar a una verdadera comprensión si no va a la par con una atención al otro y una apertura oblativa que contadas veces se encuentran en la existencia corriente.

En efecto, todo nos inclina a otorgar a las palabras más o menos ritualizadas sobre las miserias más o menos comunes una atención casi tan vacía y formal como el ritual “¿Cómo le va?” que las desencadena. Todos hemos oído esos relatos de conflictos de sucesión o vecindad, de dificultades escolares o rivalidades de oficina que captamos a través de categorías de la percepción que, al reducir lo personal a lo impersonal, el drama singular al hecho misceláneo, permiten una especie de economía de pensamiento, interés, afecto; en suma, de comprensión. Y en el momento mismo en que se movilizan todos los recursos de la vigilancia profesional y la simpatía personal, nos cuesta arrancarnos del adormecimiento de la atención que favorece la ilusión de lo ya visto y ya escuchado, para entrar en la singularidad de la historia de una vida e intentar comprender, a la vez en su unicidad y su generalidad, los dramas de una existencia. La semicomprensión inmediata de la mirada distraída y trivializante desalienta el esfuerzo que hay que realizar para desgarrar la pantalla de las palabras comunes en las que cada uno de nosotros vive y expresa tanto sus pequeñas miserias como sus mayores desdichas. Es que el “uno” [“on”], filosóficamente estigmatizado y literariamente poco considerado, que todos sentimos la tentación de usar, con sus medios desesperadamente “inauténticos”, sin duda es lo más difícil de escuchar para los “yo” [“je”] que, por la más común de las reivindicaciones de singularidad, creemos ser.

Así, a riesgo de ser chocante tanto para los metodólogos rigurosos como para los hermeneutas inspirados, yo diría de buen grado que la entrevista puede considerarse como una forma de ejercicio espiritual que apunta a obtener, mediante el olvido de sí mismo, una verdadera conversión de la mirada que dirigimos a los otros en las circunstancias corrientes de la vida. El talante acogedor, que inclina a hacer propios los problemas del encuestado, la aptitud para tomarlo y comprenderlo tal como es, en su necesidad singular, es una especie de amor intelectual: una mirada que consiente en la necesidad, a la manera del “amor intelectual a Dios”, es decir, al orden natural, que Spinoza consideraba la forma suprema de conocimiento.


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Causa es un amargo que dulce sinfonía de la vida ... Intente llegar a fin de mes, usted es un esclavo que el dinero luego de su muerte. Voy a tener usted el único camino que he venido abajo ... Usted sabe la que le lleva a los lugares donde todas las cosas que cumplir, sí. Sin cambios, no puedo cambiar, puedo cambiar, puedo cambiar, pero estoy aquí en mi molde, estoy aquí en mi molde. Pero yo soy un millón de personas diferentes de un día para otro ... No puedo cambiar mi molde, no, no, no, no, no, no, no Bueno, yo nunca he orado, Pero esta noche estoy en mis rodillas, sí. Tengo que escuchar algunos sonidos que reconocer el dolor en mí, sí. Me deja brillar la melodía, se deja limpiar mi mente, me siento libre ahora. Pero las ondas son limpias y no hay nadie cantando para mí ahora. Sin cambios, no puedo cambiar, puedo cambiar, puedo cambiar, pero estoy aquí en mi molde, estoy aquí en mi molde. Y yo soy un millón de personas diferentes de un día para otro No puedo cambiar mi molde, no, no, no, no, no, no, no ¿Ha estado alguna vez? Puedo cambiar, puedo cambiar ... Causa es una sinfonía agridulce esta vida. Intentar llegar a fin de mes, tratar de encontrar a alguien después de su muerte. Usted sabe que puedo cambiar, puedo cambiar, puedo cambiar, pero estoy aquí en mi molde, estoy aquí en mi molde. Y yo soy un millón de personas diferentes de un día para otro. No puedo cambiar mi molde, no, no, no, no, no, no, no Tenemos ya el sexo y la violencia melodía y el silencio (¿Alguna vez ha sido hacia abajo) (Yo te tomará por el único camino que he venido abajo)

Amelie

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Linda peli linda musica.

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