Comprender
No querría hacer aquí demasiados sacrificios a reflexiones teóricas o metodológicas sólo destinadas a los investigadores. “No hacemos más que glosarnos unos a otros”; decía Montaigne. un autor que jamas sele pasaria por cabeza a aquel profesor. Y aunque no se tratara sino de eso, pero de un modo completamente distinto, querría evitar las disertaciones escolásticas sobre la hermenéutica o la “situación de comunicación ideal”: creo, en efecto, que no hay manera más real y realista de explicar la relación de comunicación en su generalidad que consagrarse a los problemas inseparablemente prácticos y teóricos que pone de relieve el caso particular de la interacción entre el investigador y aquel o aquella a quien interroga.
No creo, sin embargo, que sea posible remitirse a los innumerables escritos calificados de metodológicos sobre las técnicas de investigación. Por útiles que sean cuando aclaran tal o cual efecto que el investigador puede provocar sin saberlo, casi siempre omiten lo esencial, sin duda porque siguen dominados por la fidelidad a viejos principios metodológicos que, como el ideal de la estandarización de los procedimientos, se originan en la voluntad de remedar los signos exteriores del rigor de las disciplinas científicas más reconocidas; en todo caso, no me parece que den cuenta de lo que siempre hicieron, y siempre supieron, los investigadores más respetuosos de su objeto y los más atentos a las sutilezas casi infinitas de las estrategias que despliegan los agentes sociales en la conducción corriente de su existencia.
Así, varias décadas de ejercicio de la encuesta en todas sus formas, desde la etnología hasta la sociología, desde el cuestionario llamado cerrado hasta la entrevista más abierta, me convencieron de que esta práctica no halla su expresión adecuada en las prescripciones de una metodología a menudo más cientificista que científica ni en las prevenciones anticientíficas de los místicos de la fusión afectiva. Por eso me parece indispensable tratar de explicitar las intenciones y los principios de los procedimientos que pusimos en práctica en la investigación cuyos resultados presentamos aquí. Con ello, el lector podrá reproducir en la lectura de los textos el trabajo de construcción y comprensión cuyo producto son.
Si bien la relación de encuesta se distingue de la mayoría de los intercambios de la existencia corriente en el hecho de que se atribuye a fines de puro conocimiento, sigue siendo, no importa qué se haga con ella, una relación social que genera efectos (variables según los diferentes parámetros que pueden afectarla) sobre los resultados obtenidos.No hay duda de que el interrogatorio científico por definición excluye la intención de ejercer cualquier forma de
Solo la reflexividad, que es sinónimo de método –pero una reflexividad refleja, fundada sobre un oficio, un “ojo” sociológico-, permite percibir y controlar sobre la marcha, en la realización mima de la entrevista, los efectos de la estructura social en la que ésta se efectúa. ¿Cómo pretender hacer la ciencia de los presupuestos sin un afán por darse una ciencia de los que uno maneja? Hay que esforzarse, en especial, por hacer un uso reflexivo de las conquistas de la ciencia social para controlar los efectos de la encuesta misma y embarcarse en el interrogatorio dominando sus efectos inevitables.
El sueño positivista de una perfecta inocencia epistemológica enmascara, en efecto, el hecho de que la diferencia no es entra la ciencia que efectúa una construcción y la que no lo hace, sino entre la que lo hace sin saberlo y la que, sabiéndolo, se esfuerza por conocer y dominar lo más completamente posible sus actos, inevitables, de construcción y los efectos que, de manera igualmente inevitable, éstos producen.
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