Al tiempo se desvanece, frente al pesé los sueños se olvidan, no hay
recuerdos... sólo un vaso en la mesa, sin zumo, vacío... como el silencio
que lo calla todo, chis, altavoces mudos, flexo apagado... y en la pantalla,
las líneas de código, también en las hojas que lo cubren todo, escritorio
de otoño en verano.
A golpes de tecla se deshace el tiempo, el ahora infinito... ahora
metodología, ahora caos, confusión que busca orden... idea feliz; espacio
roto, eterno ya... ya desconcierto, ya claridad...
Apaga el celular. Acostado y mirándose en el techo de espejo, se desata
la corbata y enciende un cigarrillo. Mientras la espera, fuma lánguido
viendo una película de esas. Cuando llega, la morena exige su dinero y se
saca la ropa. A la pregunta de si su servicio es completo, ella responde
coqueta: "Lo que quiera, papito". Sin preámbulos raros, el hombre
lentamente se remueve la argolla del dedo, se arrodilla frente a ella, apoya
la cabeza entre sus piernas y da curso a un largo e incontenible llanto.
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