
Pero a pesar de estas desigualdades, al final todos terminamos siendo funcionarios, ruedas, engranajes en la gran máquina. ¿De quién heredamos esa desventaja de no poder modificar nuestro destino? Nunca supe en qué parte del árbol evolutivo estamos, tal vez por allí, o por allá, o incluso acullá, entre las langostas y las jaibas.
Un día, un niño le arrancó las patas de un lado a uno de nuestros amigos. El pobre sólo pudo dar vueltas en círculos durante meses, pero al menos pudo girar. El cangrejo pensó tan intensamente, que se transformó en filósofo. O en menos tonto que el resto de nosotros, mejor dicho. Él comenzó a comprender una gran cantidad de cosas acerca de nuestra condición. Una vez que sus patas volvieron a crecerle, se subió a una roca.
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