Conforme, vuelvo a decir, con todo lo dicho sobre aprendizaje como “comprensión”, propongo en primer lugar una carrera de filosofía, organizada del siguiente modo. Alumnos y profesores full time. Un examen de ingreso donde el conjunto de profesores, colegiadamente, evaluarían fundamentalmente la capacidad de pensamiento creador, o sea, pensamiento (el postulante debería: a) someter a crítica un artículo de alguno de los profesores, a elección del alumno; b) comentar una película de ciencia ficción, a elección de los profesores, c) escribir una crítica a un manual de Física 101. La única parte relativamente no creativa de este examen sería una evaluación general de historia de la filosofía más un examen de lectura y comprensión de un idioma extranjero, a elección del alumno).
Eso para empezar... se trata de los requisitos previos del alumno (y ya se vislumbra el tipo de profesores que hace falta en el sueño de Gabriel). Lo demás es igual o más interesante y lo pueden leer aquí, si acaso, es sorprendentemente breve, comparado con los folios y folios dedicados a explicar aptitudes, habilidades, contenidos del plan de renovación de la enseñanza europea (entre usted y yo, el Plan de Bolonia). Inmediatamente dejé un breve comentario, y cuando entré a leer la respuesta de Gabriel, me encontré con los comentarios de otros amigos con menos urgencia que yo, mucho más interesantes que el mío, desde luego, y que me llevaron a plantearme aún más cuestiones...
Juan Manuel Bulaccio dice:
El problema cultural es enorme, creo que, tristemente, somos en gran parte hijos del rigor. El mismo problema existe con los padres de adolescentes, las salidas, etc. Se dice lo que NO hay que hacer, pero no se dan instrumentos para que sea la propia persona la que aprenda a decidir responsablemente, viendo lo BUENO y no solo lo malo. El cambio tiene que empezar desde que los niños comienzan su escolaridad, o antes.
Yo diría que, además de dar instrumentos, hay que crear oportunidades para que uno elija el instrumento adecuado.
Y ahí entra en juego el señor Navajas, filósofo patrio, preocupado, como yo, por la renovación educativa en España y demás. En su última entrada, nos cuenta que estuvo en una mesa redonda sobre "Ciudadanía y Educación", y comenta
... mi tesis para reconducir la institución estatal al camino de una educación basada en la racionalidad y la ciencia, la objetividad y la neutralidad, la ilustración y la crítica (¡bienvenida Cultura 3.0!) pasa por la eliminación de cualquier tipo de adoctrinamiento. Es decir, la eliminación de las clases de religión en su actual formato de catequesis y el diseño de una asignatura sobre Ética por los profesionales docentes de Filosofía, y no por los comisarios políticos ad hoc, para los cursos inferiores de secundaria y primaria, libre de los dogmas políticamente correctos.
Por partes... eliminar cualquier tipo de adoctrinamiento. En este país se hace doctrina de la "ropavieja"*. De hecho, en los últimos años, se impone la doctrina de la nada y del relativismo disfrazado de todo lo que acabas de decir, Santiago. Racionalidad, ciencia, neutralidad... son términos que también (junto con otros muchos como por ejemplo liberalismo, capitalismo, mercado) han sido desprovistos de contenido y "rellenados" como buñuelos con lo más conveniente para quienes manejan nuestra patera (lo mío es cada vez menos barca). No te acuso de ello, que conste, simplemente pongo encima de la mesa los peligros que veo a un proyecto educativo como el que propones. Vivimos en una sociedad religiosa: sea la religión de la no-religión (con ramificaciones más o menos radicales), la de la política, o las habituales.
Personalmente, me sigue pasmando que quitar los crucifijos de los colegios públicos se interprete como una afrenta. Y creo que los más interesados en la separación Estado/Iglesia son los católicos. Me hace gracia las protestas de manipulación cuando han jugueteado a arrimarse al poder establecido. Igual pensaban que los políticos hacen favores de manera altruista.
Pero hay otro punto que me inquieta: Cultura 3.0. El proyecto de Eduardo Robredo, entre otros. Nombro a Eduardo porque es el único al que leo en su blog, La Revolución Naturalista. A veces me gusta, a veces no. Compartimos más de lo que puede parecer a simple vista, dado su tono agrio hacia el liberalismo como yo lo entiendo. Y a veces me da la sensación de que disfruta de un serio cacao mental producido por una mala digestión lectora.
No sé si él lo sabe, pero en cierto sentido, vamos en el mismo autobús: somos un montón quienes seguimos Edge, quienes estudiamos a Cosmides y Tooby (es el momento de dar las gracias a Paco Capella por enseñarme por dónde van los tiros) y quienes investigamos en ese sentido desde nuestra pequeña parcelita del saber. Me interesa el contenido del proyecto de Robredo, claro que sí, pero me pregunto si no hay detrás de tanta plataforma, actividad, etc., algún tipo de "adoctrinamiento" (lo que estaría fuera de la órbita del plan de Santiago Navajas, y por eso me extraña que lo incluya en la descripción de su proyecto educativo).
Y me inquieta el título: Cultura 3.0. Se trata de crear una nueva cultura que aúne ciencias (una) y humanidades (dos). Sería la "tercera" cultura. Eso cuentan en la descripción de su "misión". (¡Cuánta humildad!).
¿Se puede crear una nueva cultura? ¿se planifica la cultura? (la respuesta a la segunda pregunta es sí y ya sabemos todos quiénes lo hacen: los planificadores). Personalmente creo que la cultura necesita del componente de la tradición para afianzarse y estos proyectos que se presentan como cultura nada más nacer me resultan sospechosos. Como trinchera memética está bien. Pero tampoco es original.
Si se trata de la cultura de internet, el galáctico de la Galaxia lleva un porrón de tiempo hablando de ello. Si se trata de cultura laica, lo que hace este proyecto es crear un Edge en español, repetir un cliché que no es nuevo, abrir una sucursal de algo ya inventado. Es práctico, ya que estamos en un país donde el segundo idioma no es el inglés sino el castellano, así que el inglés es para frikis. Enhorabuena por el derroche de imaginación.